El año en el que publiqué mi primera novela y después sentí tremenda decepción (12/24)
Diciembre con todos mis sueños cumplidos, supongo
Mi top 3 de cosas más inexplicables que he hecho este 2024 ha sido llevar a mi madre a un concierto de Marcelo Criminal (nº3), empezar a estudiar catalán en Duolingo (nº2) y publicar mi primera novela (nº1). Trabajé en ella dos años, escribí 120.000 palabras que luego se quedaron en 80.000, me la leí dieciocho veces entera (y a saber cuántas por partes) antes de darla por terminada y entonces tuve la suerte de que Plaza & Janés decidiera publicarla.
Estoy muy agradecida, y supongo que bastante emocionada, por lo que ha pasado en estos últimos doce meses. Pero desde que Todas las ventanas se publicó en septiembre, también vivo en una especie de disonancia cognitiva. Porque después de publicar, no ha ocurrido nada. Nada bueno, nada malo, solo nada. No sé si es coincidencia o si es consecuencia, pero la publicación de la novela ha llegado en una de las épocas más aburridas y solitarias de mi vida, y eso me ha hecho sentir cosas. Son cosas extrañas y desagradables que si me miro desde fuera sé que no tienen justificación y que cuando entro de nuevo en mi cuerpo siguen estando ahí.
Llevo un tiempo queriendo escribir sobre esto, lo que equivale a decir que llevo un tiempo huyendo de escribir sobre esto. Me da miedo ser una ingrata, una caprichosa y una insatisfecha crónica. Me da aún más miedo no ser capaz de mirar de frente todas esas partes que me sostienen. Así que si tengo que elegir entre ambos miedos, prefiero escribir.
Y lo que escribo es esto. Una lista de pensamientos (24, por la horterada de hacerlos coincidir con el año que termina) sobre lo que significa publicar, sobre cómo difiere de escribir y sobre la decepción de cumplir sueños:
1. El mayor deseo que tenía con la publicación de la novela era conocer gente nueva. No solo no he hecho amigos, sino que por el camino he perdido la relación que tenía con uno muy querido. Ambas cosas, lo de no sumar y lo de perder, tienen todo que ver con mi incapacidad genética para mantener amistades y nada que ver con la calidad de la novela.
2. Escribir es tener fe en algo que todavía no es y que por lo tanto aún tiene opciones de materializarse en un texto digno, puede que en un texto bueno. Publicar es tener fe en algo que es y que por lo tanto ya no tiene remedio.
3. En una entrevista me preguntaron qué esperaba del libro. No me atreví a responder que yo había venido aquí a hacer amigos, así que dije esto: «Solo espero que la novela sea capaz de encontrar a sus lectores».
4. No creo que la novela haya encontrado a sus lectores. No sé si esos lectores existen y no sé cómo se llega a ellos.
5. Un mes después de publicar, he tenido la certeza de que el libro ya estaba muerto. Me gustaría tener fe en los muertos, pero ni siquiera la tengo en los vivos.
6. Mientras se elegía/discutía el título y la portada, tuve la impresión de que publicar consiste en empaquetar el texto para convertirlo en un producto y que ese proceso desemboca en el resultado inevitable de que tu hijo bonito, con tantos defectos pero míralo qué gracioso es, salga a la calle con la ropa que otros han decidido por ti. Yo solo pido que la ropa no sea fea y que le vaya bien de talla. También pido que nadie nunca jamás vuelva a comparar un libro con un hijo.
7. Escribir no es un hobby y publicar no es un sueño. Escribir es una actividad profesional a la que se le da mucha pompa, para así no tener que remunerarla en condiciones, y publicar es volcar más chatarra sobre las mesas de novedades, abarrotadas por encima de nuestras posibilidades lectoras.
8. Mi novela no es necesaria ni cambiará vidas, pero me haría mucha ilusión que fuese lectura obligatoria en colegios, institutos y centros de FP.
9. He sentido cosas indefinibles al ver la novela catalogada como literatura romántica en varias librerías. Lo que he sentido son ganas de no volver a escribir. (No quiero ahondar mucho en esto, pero: una mujer escribiendo sobre el amor romántico no es necesariamente una mujer escribiendo un libro de romántica. Colocarme ahí implica que ambas partes nos vamos a frustrar: las lectoras, que se gastan 20 pavos en un libro que muy probablemente las vaya a decepcionar, y yo, que tengo mi corazoncito e incluso una intención artística muy concreta al escribir esta novela, que no es romántica, en vez de otra que sí lo sea.)
10. Yo me creía C. Tangana o Beyoncé, es decir, una artista capaz de llegar a un público masivo, pero ante todo una artista. Ambos extremos están muy en duda.
11. Mi madre me ha dicho que soy una pureta y le he tenido que dar la razón. Solo quiero que me lea gente que de antemano yo sepa que me va a entender, igual que en Tinder solo quiero que me den like señores a los que de antemano yo les haya dado like.
12. Unos días antes de publicar, intenté poner «escritora» en mi bio de Instagram. Acabé dejando los emojis con las distintas fases de la luna y, en lugar del enlace a la novela, uno a esta newsletter que ni siquiera actualizo. Si escribir ya es bastante lamentable, encima no me hagáis tener que promocionarme. No hay elegancia posible en la autopromoción.
13. Odio Instagram, pero recomendadme en Instagram.
14. En Habitica tengo una tarea que dice: «Mirar Goodreads solo una vez a la semana».
15. Si en el texto de la reseña dices que la novela es un 3,75, no me pongas 3 estrellas en la puntuación. Ponme 5, que de toda la vida se redondea por arriba.
16. Tenía cero expectativas económicas con el sector editorial, pero echar cuentas ha sido altamente deprimente. El titular sería el siguiente: por el trabajo de dos años, he ganado lo mismo que gano en un mes en mi curro oficial.
17. La intersección entre escritura y mercado es un sindiós incomprensible para alguien como yo, que vengo de haber estado diez años publicando en internet con total control de lo que escribo, de cómo lo publico y de si tiene éxito o no. Pero además de amiguitos nuevos, yo lo que quiero es el prestigio de publicar en una editorial de verdad, así que aquí estamos, a ciegas en el circuito de la edición tradicional, en el que no tengo ni idea de lo que puedo haber vendido (poco, en cualquier caso), y por favor que me dejen seguir aquí dentro.
18. Pensé que me iba a ofender ver mi libro en webs de descargas piratas, pero me ha dado igual. Me ofende bastante más el porcentaje por derechos de autor que nos llevamos los escritores.
19. Las reseñas son para los lectores. No todo el que escribe reseñas es capaz de articular en palabras su propio gusto. El gusto personal no es el único lugar desde el que se puede leer y analizar un libro.
20. Le di like a este chaleco de I’d knit that y me hubiera hecho una segunda cuenta en Instagram solo para darle otro like:
21. Una lectora escribió que no le gustaba que en el libro hubiera escenas explícitas de sexo y que esas partes las había leído en diagonal. Pensé en responderle que si mi madre se las había leído enteritas, ella también tenía que hacerlo. No lo hice. Ahora ya lo he hecho.
22. Mi padre aún tiene esperanzas de leerse este libro, que sería el primero de su vida, y yo aún tengo esperanzas de que no lo haga.
23. Llevaría todo esto con más dignidad si estuviera satisfecha con mi propia novela, pero para eso tendría que irme a dormir hoy y mañana despertarme con otra cabeza.
24. Suelo dudar de todo, pero nunca hasta ahora había dudado sobre si debería seguir escribiendo. La presente carta es lo primero que he conseguido terminar desde que publiqué. En estos meses de bloqueo he sentido vergüenza por la novela, por sus fallos sin remedio, por no gustar hasta las 5 estrellas, por no ser capaz de hacer amigos, o al menos de mantenerlos, por no colocarse en la sección adecuada de las librerías, y, en general, por no hacer las cosas bien a la primera, porque si en algo me representa este libro es en su habilidad para cometer mis mismos errores. Como si fuera mi hijo y hubiera aprendido de mí.
y 25. Ya mencioné el miedo que tengo a caer en la ingratitud. Me parecería muy poco elegante —otra vez— ser una desagradecida con la editorial, con los lectores, con quien escribe y publica, o con quien escribe y no publica, porque no quiere o porque aún no lo ha conseguido. También conmigo misma, en esa versión del pasado que se gastó un pico en estudiar un máster de narrativa porque necesitaba que alguien me metiera en vereda y me obligara a escribir. No puedo darle un arco perfecto a mi propio personaje para terminar esta carta con la lección bien aprendida, no creo en ese tipo de finales. Pero sí puedo decir que, además de sentir vergüenza, dudas y decepción, en estos meses extraños me he acordado mucho de una frase redonda que Ángel Zapata nos repitió varias veces en clase: «Si pudiera quitarme de escribir, me quitaba».
Yo no me quito porque tampoco puedo, y qué alivio, ¿sabes? Así que perdón por la pataleta, pero ahora ya me siento lo suficientemente leve y en paz como para desearos a vosotros, a mi primera novela y a mí misma un feliz 2025, lo que sea que eso tenga que significar. Besos.
Me pregunto por qué la elegancia se te hace más digna que el fruto de tu trabajo. Viva por siempre la autopromoción. Como dijo Tyler the Creator: "You went through something, you wrote words down, you figured it out in the structural format, you edited it... it's a whole thing. And you mean to tell me that you're going to be passive with YOUR OWN SHIT? No, let motherf**kers know. TELL PEOPLE". (https://youtu.be/Z90f1-zWg0c?feature=shared&t=2555 ).
Todo esto para decirte que pongas "Escritora" en tu bio de Instagram y el enlace para comprar a novela, que ya hasta dejan poner más de uno ;)